A ti que sufres, mujer.


Hilvanando feas sombras
en la penumbra de un callejón
sin salida, con fantasmas,
horribles, de frustración,
me di  cuenta, azucena,
que recordar no valía la pena,
que debía coger el timón
y surcar novedosos mares
que devolvieran la ilusión.
Eran tiempos de frustración,
con poco pan y menos libertad,
y una cosa aprendí, corazón,
que se es ave, si se quieres volar.
se es velero si se quieres navegar.
Se puede ser incluso tentación.
Lo que no debes ser es, tortuga,
que se encierra en su caparazón.

José Enrique Oti García.










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