Seis cuentos con ilustraciones para niñas y para niños 6

               

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Érase que se era una granja de un tal Viñales, donde vivían, entre otros animales, un pavo real, un gallo, gallinas una marrana llamada Cayetana y un faisán llamado Juan.

Una tarde el pavo real Pascual, que estaba recién llegado, abrió su hermosa cola en una esquina para impresionar a las gallinas
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El gallo Cayo, que lo oyó, lo reprendió.

-¿Qué haces, pinga moco? ¿Me intentas quitar las gallinas, loco?
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El pavo real Pascual, caminando todo tieso, le dijo al gallo Cayo:

-Mi porte es así, lleno de colorido, y no te digo nada de mi caminar, bandido, de mi caminar ya no quiero ni hablar. Si no te gusta lo que ves, atontado, mira para otro lado y no te sentirás apocado.
-Mi plumaje puede que no sea tan bello, pero tiene su propio sello. Y de caminar deja de alardear  que nada envidia de tu caminar mi glorioso andar. 

Todas las gallinas, menos una, aplaudieron al gallo cayo.
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Era el turno de hablar de la marrana Cayetana, que le dijo al Pavo real Pascual:

-Para caminar el mío, corazón, que cuando para mi trasero miran, exclaman: ¡Jamón, jamón!

Por último habló el faisán Juan.

-Se pude tener una belleza inmensa y no valer ni para leer la prensa.
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Le preguntó el pavo real Pascual:

-¿Que quieres decir con esa tontería, agonía?
-Que tú y yo mucha cola, payaso, pero estamos más solos que el ocaso.

Todas las gallinas, menos una, aplaudieron al faisán Juan.

El pavo real Pascual, estirando la cola a más no poder, para que todos la pudiera ver, le dijo al faisán Juan:
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-Yo ya le he gustado a una, y una es mejor que ninguna.

El pavo real Pascual había enfadado  al gallo Cayo.

-¿Y esa cuál es? ¡Dilo antes de que ponga la cara del revés!
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-La que no te aplaudió, creo yo.

El gallo, el faisán y todas las gallinas, se echaron a reír, menos una, que era gorda y sorda.  
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Moraleja: La chulería y el donaire tarde o temprano te acaban dejando con las vergüenzas al aire.

                                        Fin
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El saltamontes Bahamontes daba saltos y hacía filigranas al lado de la charca de la rana Juana, una charca que había en un pinar de un apartado lugar.

 El pobre estaba como una regadera y quería ser rana fuera como fuera.
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La rana Juana, una rana de mucho cuajo y lista cono un ajo, le preguntó a aquel loco de atar que no paraba de saltar:

-¿Tratas de impresionar a algún saltamontes del lugar?
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El  majareta se creía poeta.

-Bella dama, luz de la mañana, dejad que os bese y me convierta en rana.

Un conejo que allí llegó, le preguntó:

-¿Juegas a ser una rana?
-Hago lo que da gana, y tú aquí estás molestando, así que ahuecando, ahuecando.

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El conejo se marchó y a solas con la rana lo dejó, a la que nuevos versos recitó:

-Bella princesa con labios de fresa, dadme un beso, dadme un beso con gana para que me convierta en rana.
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La rana Juana le dijo al saltamontes Bahamontes.


-¿Pero tú de dónde has salido, tarado? ¿Te crees  por un hechizo encantado?

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-¡Besadme, besad mi boquita de grana, besadme, quiero convertirme en rana!



El saltamontes Bahamontes era un tonto en todos los aspectos, si no lo fuera sabría que las ranas comen insectos.
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La rana de la charca salió, el tonto su boca a la boca de la rana Juana acercó y la rana Juana se lo zampó.

Moraleja: El pato nace para ser pato, el gato para ser gato y el calamar para ser calamar, y quien no lo crea así que se lo haga mirar.

                                   Fin
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Estaba el halcón peregrino Faustino y el águila calva Salva oteando un camino y dijo el halcón en plan fanfarrón:

-No es por presumir, ni por darme valor, pero soy el mejor volador. Soy rápido como un rayo. Cazando no tengo fallo.
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El águila calva Salva no pensaba igual.

-Yo soy la mejor ave voladora. Soy letal. Cazando no se me escapa ningún animal. Debes llamarme majestad y no mostrar vanidad.
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Estaba enfrascados en la conversación el águila y el halcón cuando pasó volando sobre una loma una blanca paloma. Le dijo el halcón peregrino Faustino a el águila calva Salva:

-Ahora mismo te voy a enseñar que es volar.

Le dijo la águila á él lanzándose en picado:

-¿Tú a mí, atrasado?


La paloma Roma vio que la querían cazar y comenzó a gritar:


-¡No me cazaréis, pazguatos! Jamás seréis más listos que los gatos, y si ellos no me pueden cazar, vosotros, memos, mucho menos.
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La paloma Roma comenzó a girar. ¡La que se iba a armar! El halcón peregrino Faustino y la águila calva Salva se dieron de bruces. Vieron estrellas y luces. Fue un tremendo coscorrón. Fue como si los atropellara un camión.
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Sobre la hierba mojada, le dijo, medio atontada, el águila calva Salva al halcón peregrino Faustino:

-Suena a broma pero vuela mejor que nosotros una paloma.

Moraleja: Por muy bueno que seas haciendo algo siempre puede haber alguien con más ímpetu que  lo haga mejor que tú.

                                 Fin
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Érase que se era una reina buena llamada Lorena que a su hija Helena quería, y por ella se desvivía, pues era todo lo que tenía, ya que su marido Roberto había muerto, y su hijo Lido había desaparecido.
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Delfín, su paladín, era malo como un demonio, y con Helena quería contraer matrimonio. La reina Lorena también en las estrategias era buena, y se lo iba poner complicado al enajenado.

-Si queréis a mi hija tendréis que demostrar vuestra valor.
-Sabéis que soy el mejor. 
-Se harán unas pruebas y el ganador de casarse con Helena tendrá el honor. 

El delfín era ruin, ruin, ruin, ruin.

-Las pruebas las harán lo demás, para mí están de más. Probaré mi valor enfrentándome al que resulte ganador.
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Los aspirantes a marido de la princesa real, tres pruebas debían pasar: Matar al dragón Simón. Acabar con la bruja Estruja y quitarle el polvo de las alas a la hada de Pala, y si alguno las pasaba debía enfrentarse al ruin Delfín. 

Helena se quería morir, pues Dado, su enamorado, ni siquiera era soldado.
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Creía Delfín que nadie se iba a presentar, ya que al oír su nombre los caballeros se ponían a temblar, pero se equivocó, pues el ogro Romero, cubierto con una armadura de caballero se presentó de primero.
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Helena, la reina buena, le dijo con pena:

-La primera prueba es matar al dragón Simón, campeón.

-¿Puedo saber la segunda, majestad? Tengo curiosidad.
-Cuando acabéis con ese condenado, lo sabréis, caballero osado.

Y allá se fue el ogro Romero a lomos de su caballo Baldomero a matar al dragón Simón.

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La pelea fue de campeonato, pero al final el ogro ensartó al dragón como si fuera un pato.

La  reina, alegría no estaba rezumando, esperando al caballero que a su hija acabaría reclamando.
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-La segunda prueba, caballero, es echar del reino a la bruja Estruja y la tercera es traerme polvo de alas de la hada de Pala -le dijo con urgencia al tenerlo en su presencia.
-Fácil no me lo ponéis. ¿En realidad que pretendéis?
-Las pruebas las puso Delfín, mi paladín.
-¿Vuestro paladín? Vuestro chantajista. Quiere quedarse con el reino ese artista.

La princesa Helena, que estaba presente, le preguntó al caballero valiente:

-Por si pasáis las prueba y vencéis a ese ser ruin que es Delfín. ¿No os vais a descubrir para saber con quien voy a vivir?
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-No, bella flor. Sentiríais pavor.
-O sea, que sois feo a rabiar. De pensar que con vos podría estar ya me pongo a temblar.
-No os preocupéis, que tan seguro es que de la higuera es el higo, como que vos no os casaréis conmigo. Me voy. Tengo cosas que hacer y parece que va a llover.

Estando descuidada sacudió las alas de la hada de Pala. El polvo mágico juntó y en una bolsita lo metió.

La hada de Pala no fue por las malas, pues tras aquella temeridad debía haber mucha necesidad.
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-Haced buen uso de su poder, de lo contrario me volveréis a ver, y no será por cosa agradable si fuisteis miserable.

El ogro Romero llegó al bosque de Luja, más conocido por el nombre del bosque de la bruja.

Estruja vivía en una cabaña poco resguardada y de animales acompañada. 
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Al tenerla bruja enfrente vio que no tenía oponente con quien luchar, pues era una bruja reformada que lo que quería era dialogar y a un trato llegar, y como tenía mucha sabiduría le hizo una proposición al ogro que no rechazaría.
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-Si me perdonáis la vida os quito la maldición que os echó mi padre, el brujo Ramón, y os doy la cadena con el medallón donde pone vuestro nombre verdadero, ogro Romero.
-Trato hecho, pero marchad del reino u os reviento el pecho.

Volvió el ogro, entusiasmado, al castillo del Reino Encantado. 
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En la sala del trono le dijo a Lorena, la reina buena:


-La bruja Estruja ha sido apartada, y en este saquito está el polvo de alas de hada.

Le dio el saquito. La reina lo abrió y junto al polvo la cadena y la medalla con el nombre de su hijo se encontró. Lorena, exclamó:

-¡Lido!
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La pelea final no se celebró, pues cuando el Delfín de lo de Lido se enteró, del reino huyó.

Lido mucho tiempo después acabó reinando. Mucho, mucho tiempo antes, Helena se había casado con su amado.


Moraleja: Cuando las cosas no pueden pintar peor es cuando empiezan a ir a mejor.
                                       
                                  Fin

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Cuentan que en tiempos inmemorables, tiempos duros y miserables, de perra guerra, había un pueblo en un valle que cada cosecha de maíz antes de ser segada era saqueada por guerrilleros fieros. La gente pasaba hambruna, pero no encontraban solución alguna a aquel desmán que los dejaba sin pan.
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El jefe de la aldea, en el campo, hablaba solo de la miseria que los guerrilleros les dejado mirando para aquel paisaje desolado. Y un cuervo viejo, de esos que sabían conversar, al jefe de la aldea así le iba a hablar:

-Espantapájaros.
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El jefe de la aldea lo miró y se enfadó.

-¡Cuervo!

-Que un espantapájaros es la solución, Ramón.

-Solo por curiosidad. ¿Qué es un espantapájaros, calamidad? 

-Un muñeco, que a lo lejos, parezca una persona, viejo.

El campesino se cabreó, y le contestó:

-Vieja tu madre, y viejo tu padre. ¡Un muñeco! Nos queréis acabar con lo poco que quede en los campos de maíz, infeliz.
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-No sabes escuchar y mucho menos pensar.

El campesino Ramón iba a prestar atención.

-Vale, te escucho, flacucho.

-Poner cientos de espantapájaros, cada uno con una lanza en una mano levantada, y esos intrusos que os saquean saldrán en desbandada. 

El campesino quiso reírse del cuervo Minervo.

-De ingenio hacéis derroche.

-¿Acaso los cobardes  no saquean los campos siempre de noche?
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-Eso que has dicho me ha dado que pensar, pero... ¿Tú con esto qué ibas a ganar?  Mejor dicho, si funciona. ¿Qué me pretendes sacar?

-Habiendo abundancia algo siempre salpica, ya sabéis, el pica pica.
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Cientos de espantapájaros en los campos fueron colocados, y como dijera el cuervo, los soldados los confundieron con campesinos armados, y los bandidos huyeron despavoridos. Jamás los volverían a molestar y en aquel pueblo volvieron a respirar. 
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Este relato que te acabo de contar te ayudara a entender, seas hombre o mujer,  por que los pájaros se posan en los brazos de los espantapájaros.
                                     Fin
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En una calurosa mañana de verano se arrastraba el caracol Perrol cerca de un pantano, cuando lo vio a la rana Ana, una rana muy chula que le quiso amargar la mañana, pues le dijo con chulería esta solemne tontería: 

-¿Qué harías en una vida pasada para vivir esta vida tan arrastrada? Seguro que fuiste un tirano que le robaba al pueblo el grano y por eso andas con la casa a cuestas todo el día. Dios te lo puso muy crudo pequeño baboso cornudo.
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El pequeño y tímido caracol echó una mirada al sol en busca de alguna señal celestial y lo que vio fue a al buitre real Pascual. La rana Ana también lo vio y otra tontería soltó. 
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-Otro que en una vida pasada debió ir de canallada en canallada, para ser buitre real debió hacer todo rematada mente mal. Los dos sois carroña, porquería que ni una hiena comería.

Oyendo a la rana Ana el buitre real Pascual, y siendo él un sentimental, se fue de allí apenado por lo que la vida le había deparado.

El caracol Perrol también se marchó si decir nada a aquella rana descarada.
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El calor del verano siguió y el pantano secó.

Volaba el buitre real Pascual sobre el pantano cuando ya se iba a acabar el verano y vio a al caracol Perrol mirando para la rana Ana que estaba más tiesa que la mojama. Iban a echar de menos a la fantasiosa, la iban a echar de menos porque ya se habían acostumbrado hasta al dañino e impuro humo de su puro.
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MORALEJA: Chavalas y chavales, los tontos son los únicos que se creen especiales, ya que no pueden percibir que cada cual vive lo que vive antes de morir.

                                          Fin
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