Cuentos con ilustraciones para niñas y para niños 2
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El tiempo pasó y la princesa no se casó. Luego, al reino lo azotaría una sequía. El rey, usó su fortuna para que en su pueblo no hubiera hambruna, mas llegó un momento que el rey había acabado con su tesoro de rubís, zafiros, esmeraldas. diamantes, de oro...
-Quiero darle mis ojos a una mujer para que al fin pueda ver.
-Ya lo sabía. ¿Y no quieres que se acabe en el reino la sequía?
-Sería una bendición, dios de mi devoción.
-Menos pelota, idiota. Sabes que si cumplo tu deseo vas a morir por él, feo.
-Hágase tu voluntad, dios de la humanidad.
Y su voluntad se hizo, como si se tratara de un hechizo.
Al día siguiente, Vega, la princesa ciega, se despertó. Abrió sus nuevos ojos, y sonrió.
Por primera vez podía ver. Rebosando ilusión salió al corredor y llamó:
-¡¡Simón, Simón, Simón!!
Pero Simón el bufón, estaba en otra dimensión.
A la princesa le comenzaron a llover pretendientes. Nobles, príncipes y hombres pudientes, mas ella seguía enamorada del bufón Simón.
Un día anunciaron a bombo y platillo la llegada a castillo de Mezcal, el hijo de Baal, y cuando la princesa Vega, la que fuera princesa ciega, con el habló, le preguntó:
-¿Lo que me vais a decir es que de mí estáis enamorado y que ya no os lo podéis tener más tiempo callado?
-No os lo quería decir, mas como lo habéis mencionado, os amo a vos y a nadie más he amado. Os amo como el huerto ama al río. Como la mañana ama al rocío. Os amo, señora, como el día ama a la aurora.
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En el reino de l esperanza donde pobres y nobles se llenaban la panza, vivía la princesa Vega, una princesa ciega, cuya única diversión se la proporcionaba un bufón. Se llamaba Simón, y además de ser su bufón era su amigo sincero y su leal compañero.
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El rey y la reina estaban preocupados, porque era su única heredera y no podría reinar sola con su ceguera. Le dijo él a ella, que era muy bella:
-Tenemos que encontrar a un pretendiente que la quiera, tal y como es, y no porque sea nuestra heredera.
-Quien la quiere es el bufón Simón.
-ya, pero esa no es un solución.
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Después de mucho hablar, decidieron mandar un emisario a la cueva de la hechicera Lucera para que les diera una solución, y esta fue su conclusión.
-Aquí, campeón, no valen dientes de ajo ni ojos de tritón. Que le pongan dos diamantes en las cuencas vacías y le sobraran pretendientes en menos de dos días.
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Hicieron caso a la hechicera. Los dos diamantes más valiosos,
por un orfebre fueron tallados y por un galeno en las cuencas de los ojos de la princesa fueron colocados.
por un orfebre fueron tallados y por un galeno en las cuencas de los ojos de la princesa fueron colocados.
Mas ocurrió, que los pretendientes eran todos unos interesados y unos petulantes que sólo venían a por los diamantes y la princesa lo notó y a todos rechazó.
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El tiempo pasó y la princesa no se casó. Luego, al reino lo azotaría una sequía. El rey, usó su fortuna para que en su pueblo no hubiera hambruna, mas llegó un momento que el rey había acabado con su tesoro de rubís, zafiros, esmeraldas. diamantes, de oro...
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Lo único de valor en el reino, eran los ojos de la princesa Vera, que cuando se enteró, a sus progenitores les espetó:
-Usad los diamantes de mis ojos, padre, madre, usadlos para dar de comer a todos ser, hable, maúlle, o ladre.
Estaba la princesa Vega con las cuencas vacías, y cuando creyó que nadie la querría, le dijo el bufón Simón:
-Con o sin ojos, sois la mujer más dulce del reino, alteza, la mujer mas bondadosa, la que posee la mayor belleza.
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-Lo siguiente que me vais a decir es que estáis de mi enamorado y os lo tenías callado.
-No os lo iba a decir, mas ya que lo habéis mencionado, os amo a vos y a nadie más he amado. Os amo como el huerto ama al río. Como la mañana ama al rocío, os amo, señora, como el día ama a la aurora.
Yo también os amo y me lo tenía callado. ¡No se que daría por ver vuestro rostro, simón. mi simón amado.
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Simón, a la princesa en los labios besó, y después así le habló:
-Para que podáis ver sólo hay una manera, luz de mi primavera.
-No hay ninguna. No me podría ayudar ni la mismísima luna.
Simón el bufón, a la princesa le hizo cosquillas en las costillas, y dejándola sonriendo, se fue yendo. Tenía que coger el camino y afrontar su destino.
En el bosque del chacal, Invocó al dios Baal.
-¡Baal, Baal, Baal! ¡¡Dios sin igual!! ¡¡Yo te invoco!!
Simón el bufón, a la princesa le hizo cosquillas en las costillas, y dejándola sonriendo, se fue yendo. Tenía que coger el camino y afrontar su destino.
En el bosque del chacal, Invocó al dios Baal.
-¡Baal, Baal, Baal! ¡¡Dios sin igual!! ¡¡Yo te invoco!!
Como nadie aparecía, gritó:
¡¡¡Yo te invoco, loco!!!
Se le apareció el dios Baal, y le dijo al bufón Simón:
-¡¿Yo te invoco, loco?!
Se le apareció el dios Baal, y le dijo al bufón Simón:
-¡¿Yo te invoco, loco?!
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-Loco, loco de amor, tenía que estar. para quererte invocar.
-Venga, suelta el rollo, cara de repollo.
-Loco, loco de amor, tenía que estar. para quererte invocar.
-Venga, suelta el rollo, cara de repollo.
-Ya lo sabía. ¿Y no quieres que se acabe en el reino la sequía?
-Sería una bendición, dios de mi devoción.
-Menos pelota, idiota. Sabes que si cumplo tu deseo vas a morir por él, feo.
Y su voluntad se hizo, como si se tratara de un hechizo.
Al día siguiente, Vega, la princesa ciega, se despertó. Abrió sus nuevos ojos, y sonrió.
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-¡¡Simón, Simón, Simón!!
Pero Simón el bufón, estaba en otra dimensión.
A la princesa le comenzaron a llover pretendientes. Nobles, príncipes y hombres pudientes, mas ella seguía enamorada del bufón Simón.
Un día anunciaron a bombo y platillo la llegada a castillo de Mezcal, el hijo de Baal, y cuando la princesa Vega, la que fuera princesa ciega, con el habló, le preguntó:
-¿Lo que me vais a decir es que de mí estáis enamorado y que ya no os lo podéis tener más tiempo callado?
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La princesa, cuando la voz del bufón Simón reconoció casi se desmayó. Le daba igual que ahora fuera el hijo de Baal. para ella era Simón, su amado bufón. Lo beso, y después, de alegría, lloró.
En la boda, no hubo grandes festejos, pues se estaban reponiendo de la sequía, pero lo que hubo fue mucha, mucha, mucha alegría.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
La princesa, cuando la voz del bufón Simón reconoció casi se desmayó. Le daba igual que ahora fuera el hijo de Baal. para ella era Simón, su amado bufón. Lo beso, y después, de alegría, lloró.
En la boda, no hubo grandes festejos, pues se estaban reponiendo de la sequía, pero lo que hubo fue mucha, mucha, mucha alegría.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
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El el reino de Florilandia vivía la princesa Constancia que era bella como una estrella.
Un día que Constancia recogía flores en su jardín, le picó una abeja, que no era mas que una bruja
vieja. La bruja hizo que se moría mientras le decía:
-Me muero y morir no quiero. Soy un príncipe valiente, encantado, que sin querer os ha picado. Venía a veros porque vos, princesa virginal, sois la única que me puede devolver mi apariencia normal.
La noche de repente apareció y la princesa vio que el supuesto príncipe valiente era una bruja repelente
-Este hechizo sólo lo podrá romper quien de noche sin temor os pueda ver y luego venza al dragón Ramón, al diablo Pablo y como un campeón se bañe entre las pirañas del cañón.
-Por tu culpa, Curro, nos metimos en la noche y ahora oigo ruidos a troche y moche.
Amador el leñador, le dijo a su burro Curro:
-Mira Curro, una fantasmilla graciosilla.
-¡¿No os asustáis?!
-Pena es lo que dais.
-¿Seréis vos el caballero valiente que me devuelva a mi gente?
Esa noche la hada Rosada al leñador Amador despertó y así le habló.
Amador el leñador, al ver al oso espatarrado, concluyó que era el diablo Pablo.
-Gracias, amigo mío, sólo me falta el río.
Y llegaron al río de las pirañas. Sólo verlo ya se le encogieron las entrañas.
-Esto puede ser un adiós, Curro, si lo es, queda con Dios.
Se iba a meter en río cuando el burro Curro una coz al escudo le dio. Amador lo recogió y con él en el río se bañó.
Después de haberse bañado, el burro Curro rebuznó como nunca había rebuznado.
-¡Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiija, iiiiiiiiiiiiiiiiiiija, iiiiiiiiiiiiiiiija!
Amador el leñador le dio las gracias al burro Curro.
-Sin ti no podría llevar la aventura a cabo. Estas hecho de valentía de la cabeza al rabo.
Amador el leñador y su burro Curro volvieron a la cabaña pensando que la princesa, ya desencantada, se fuera al castillo, que era su lujosa morada, mas la princesa en el feo estaba interesada.
Cuando Amador el leñador entró en la cabaña, la princesa Constancia perdió su elegancia. Agarró una sartén, levantó el brazo y le dio en la cabeza un tremendo sartenazo.
-¿Qué habéis hecho con mi paladín, hombre ruin?
Amador el leñador al castillo a Constancia acompañó. Tiempo después con ella se casó y la Bruja Mala Baba del reino desapareció.
El el reino de Florilandia vivía la princesa Constancia que era bella como una estrella.
Un día que Constancia recogía flores en su jardín, le picó una abeja, que no era mas que una bruja
vieja. La bruja hizo que se moría mientras le decía:
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La princesa Constancia, que era pura elegancia, como además era buena, el supuesto príncipe le dio pena.
La princesa Constancia, que era pura elegancia, como además era buena, el supuesto príncipe le dio pena.
-Decid lo que queréis y lo tendréis.
-Para que yo vuelva a la normalidad debéis desear que vuestra beldad solo brille en la oscuridad.
-Vale, así sea, aunque me vuelva fea.
-Para que yo vuelva a la normalidad debéis desear que vuestra beldad solo brille en la oscuridad.
-Vale, así sea, aunque me vuelva fea.
La noche de repente apareció y la princesa vio que el supuesto príncipe valiente era una bruja repelente
y ella era un fantasma que a Dios se encomendaba porque con otras ropas y otro aspecto en el aire flotaba.
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Luego oyó como la bruja Mala Baba un hechizo le echaba:
Luego oyó como la bruja Mala Baba un hechizo le echaba:
-Este hechizo sólo lo podrá romper quien de noche sin temor os pueda ver y luego venza al dragón Ramón, al diablo Pablo y como un campeón se bañe entre las pirañas del cañón.
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Cuando la princesa atravesó la pared de la estancia de su padre, el rey Rulo y vio que este echaba a correr y daba con los pies en el culo, supo que del castillo se debía marchar para no regresar.
Cuando la princesa atravesó la pared de la estancia de su padre, el rey Rulo y vio que este echaba a correr y daba con los pies en el culo, supo que del castillo se debía marchar para no regresar.
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Al desaparecer, su padre pensó que la fantasma con ella se la llevó.
Al desaparecer, su padre pensó que la fantasma con ella se la llevó.
Una noche, Amador el leñador iba hablando con su burro Curro y sintió llorar a una mujer que no podía ver.
-Por tu culpa, Curro, nos metimos en la noche y ahora oigo ruidos a troche y moche.
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Constancia desde detrás de los matorrales se iba a elevar y a Amador quiso asustar.
-¡Buuuuuuu! Buuuuuuuuu, buuuuu, buuuuuuuuu.
Constancia desde detrás de los matorrales se iba a elevar y a Amador quiso asustar.
Amador el leñador, le dijo a su burro Curro:
-Mira Curro, una fantasmilla graciosilla.
La princesa extrañada estaba porque Amador no se asustaba.
-¡¿No os asustáis?!
-Pena es lo que dais.
-¿Seréis vos el caballero valiente que me devuelva a mi gente?
-¿Qué gente, fantasmilla demente?
-Mi gente. Soy la princesa Constancia a la que ninguna mujer ganaba en elegancia.
-Vos lo que sois es un alma en pena que me está retrasando la cena.
-Soy una princesa y a vos como caballero os quiero, aunque sois más feo, barba de armiño, que quitarle un dulce a un niño.
-Encima faltona y guasona, pero bueno, eso que decís mil veces lo he oído. Tenéis razón, soy un apestado para Cupido.
Hablando llegaron a la cabaña de Amador el leñador.
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-O sea que, el dragón Ramón, el diablo Pablo y como un campeón bañarme en el río de las pirañas del cañón.
-Es una gran aventura.
-¡Es una locura! Si aun tuviese una armadura...
-O sea que, el dragón Ramón, el diablo Pablo y como un campeón bañarme en el río de las pirañas del cañón.
-Es una gran aventura.
-¡Es una locura! Si aun tuviese una armadura...
Esa noche la hada Rosada al leñador Amador despertó y así le habló.
-Ahí os dejo una armadura, una espada un escudo y una espada encantada.
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-Tengo que estar soñando, esto no me puede estar pasando, una princesa encantada una hada...
-No estáis soñando, estás despierto y con el ojo bien abierto.
-Si estoy despierto lo que me habéis dejad no me va a servir de nada, soy un leñador, no soy un luchador.
-Si queréis a la princesa desencantar tenéis que luchar.
Amador el leñador, queriendo y sin querer, dio su bazo torcer.
-Bueno, que sea lo que tenga que ser, aunque tengo un carta para ganar y el resto de la baraja para perder.
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A la mañana siguiendo, acompañado de Curro, su burro, y sin saber ni como ni como no, Amador el leñador, ahora caballero, frente a frente con el dragón Ramón se encontró. Su espada blandió, una espada a la que llamó Drisella. Salió volando agarrado a ella hacia el dragó Ramón. El dragón, viendo cosa tan asombrosa, puso pies en polvorosa.
A la mañana siguiendo, acompañado de Curro, su burro, y sin saber ni como ni como no, Amador el leñador, ahora caballero, frente a frente con el dragón Ramón se encontró. Su espada blandió, una espada a la que llamó Drisella. Salió volando agarrado a ella hacia el dragó Ramón. El dragón, viendo cosa tan asombrosa, puso pies en polvorosa.
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Al lado de Curro, su burro, Amador el leñador iba camino del río de los peces devoradores y ya le entraran lo calores.
Al lado de Curro, su burro, Amador el leñador iba camino del río de los peces devoradores y ya le entraran lo calores.
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El diablo Pablo, sigilos y convertido en oso, a las espaldas de Amador apareció. ¿Y qué sucedió? Que el burro Curro dos coces le metió y medio tonto lo dejó.
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Y después rebuznó:
-¡Iiiiiiiiiiiiiiidiota, iiiiiiiiiiidiota, iiiiiiiiiiiiiiiiidiota.
Amador el leñador, al ver al oso espatarrado, concluyó que era el diablo Pablo.
-Gracias, amigo mío, sólo me falta el río.
Y llegaron al río de las pirañas. Sólo verlo ya se le encogieron las entrañas.
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Amador el leñador se quitó la armadura, pues si con ella al río entraba era seguro que se ahogaba.
Amador el leñador esperaba lo peor.
Amador el leñador se quitó la armadura, pues si con ella al río entraba era seguro que se ahogaba.
Amador el leñador esperaba lo peor.
-Esto puede ser un adiós, Curro, si lo es, queda con Dios.
Se iba a meter en río cuando el burro Curro una coz al escudo le dio. Amador lo recogió y con él en el río se bañó.
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Las pirañas huían como conejos asustados ante cazadores despiadados. ¿Qué había pasado? Que aquel escudo excelente, era para las pirañas un potente repelente.
Las pirañas huían como conejos asustados ante cazadores despiadados. ¿Qué había pasado? Que aquel escudo excelente, era para las pirañas un potente repelente.
Después de haberse bañado, el burro Curro rebuznó como nunca había rebuznado.
-¡Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiija, iiiiiiiiiiiiiiiiiiija, iiiiiiiiiiiiiiiija!
Amador el leñador le dio las gracias al burro Curro.
-Sin ti no podría llevar la aventura a cabo. Estas hecho de valentía de la cabeza al rabo.
Amador el leñador y su burro Curro volvieron a la cabaña pensando que la princesa, ya desencantada, se fuera al castillo, que era su lujosa morada, mas la princesa en el feo estaba interesada.
Cuando Amador el leñador entró en la cabaña, la princesa Constancia perdió su elegancia. Agarró una sartén, levantó el brazo y le dio en la cabeza un tremendo sartenazo.
-¿Qué habéis hecho con mi paladín, hombre ruin?
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-Nunca fui un paladín, ni siquiera un señor, soy Amador el leñador.
-¡Amador! Sin barba no os había reconocido, querido. ¿Qué os habéis hecho en el cabello para estar tan bello?
-¿Cariño? ¿Bello?
-Nunca fui un paladín, ni siquiera un señor, soy Amador el leñador.
-¡Amador! Sin barba no os había reconocido, querido. ¿Qué os habéis hecho en el cabello para estar tan bello?
-¿Cariño? ¿Bello?
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Amador, intrigado, miró su reflejo en el espejo, y vio que había cambiado, su fealdad en las aguas de río había dejado.
-¿Me acompañáis a mi castillo? Algún día tendré que reinar y alguien me tendrá que ayudar.
Amador el leñador al castillo a Constancia acompañó. Tiempo después con ella se casó y la Bruja Mala Baba del reino desapareció.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
Fin
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La princesa que vivía rodeada de lujo, un día llamó loca a la bruja Cartuja y la bruja la convirtió en una labriega, bella, pero que iba a estar por la pena ciega
La princesa que vivía rodeada de lujo, un día llamó loca a la bruja Cartuja y la bruja la convirtió en una labriega, bella, pero que iba a estar por la pena ciega
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Sinforosa apareció al final de una pradera y le entró la llorera.
Sinforosa apareció al final de una pradera y le entró la llorera.
-¿Qué voy a hacer para vivir? No tengo oficio. No podré subsistir.
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Del bosque salió un cazador, que la había escuchado, y le dijo con con voz recia de soldado:
-Una mujer que no sabe hacer nada a mendigar está abocada.
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-¿Mendigar? Esta mañana era una princesa, algo traviesa, pero princesa.
-Lo sé, morritos de fresa. Erais princesa, princesa caprichosa, Sinforosa. ¡¡Fría como una roca y que me llamó loca!!
-¿Quién sois? No tenéis educación y rugís como un león.
-¿Mendigar? Esta mañana era una princesa, algo traviesa, pero princesa.
-Lo sé, morritos de fresa. Erais princesa, princesa caprichosa, Sinforosa. ¡¡Fría como una roca y que me llamó loca!!
-¿Quién sois? No tenéis educación y rugís como un león.
El cazador, de mala manera la miró, y después se transformó.
-Soy la bruja Cartuja. Ahí os dejo hasta que encontréis a vuestro otro yo en el espejo.
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Sinforosa, cuando ya estaba muy, muy cansada encontró una cabaña que creyó abandonada.
En la cabaña entró. En una cama se acostó y dormida se quedó.
Sinforosa, cuando ya estaba muy, muy cansada encontró una cabaña que creyó abandonada.
En la cabaña entró. En una cama se acostó y dormida se quedó.
Al despertar el desayuno tenía preparado. Un joven apuesto se lo había cocinado. Sinforosa, le preguntó a su valedor:
-¿Quién sois, señor?
-Rigoberto, un pobre desgraciado que al bosque se ha retirado a meditar sobre un matrimonio concertado.
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-Mal de amores es el que suelen tener los señores.
-Mal de amores es el que suelen tener los señores.
-Desgracia de amores cuando a uno lo obligan a casar con quien nunca llegará a amar. Desayunad. Me voy a cazar.
-No tengo a donde ir. ¿Podría quedarme aquí a vivir?
-Si aquí queréis quedar tendréis que ayudarme a limpiar, lavar y cocinar.
-No tengo a donde ir. ¿Podría quedarme aquí a vivir?
-Si aquí queréis quedar tendréis que ayudarme a limpiar, lavar y cocinar.
Y Sinforosa, barrió, lavó, cocinó... Se enamoró, y un día que al espejo se miró no le gustó lo que vio.
-¡Noooooooooo!
Maldiciendo al brujo Cartujo, en su cama despertó y allí se lamentó.
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Tres meses más tarde llegó al castillo el príncipe Rigoberto, heredero del Reino Abierto. Sinforosa, al encontrase con él se le erizó la piel, ya que era el marido que pensara que le tocara el penitencia en un matrimonio de conveniencia, y que le diría, en confidencia:
Tres meses más tarde llegó al castillo el príncipe Rigoberto, heredero del Reino Abierto. Sinforosa, al encontrase con él se le erizó la piel, ya que era el marido que pensara que le tocara el penitencia en un matrimonio de conveniencia, y que le diría, en confidencia:
-Con vos me casaré, mas amo a otra dama.
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.¿A la que encontrasteis en la cabaña en vuestra cama?
-¡¿Vos cómo sabéis eso?!
-Lo sabréis cuando me deis un beso.
.¿A la que encontrasteis en la cabaña en vuestra cama?
-¡¿Vos cómo sabéis eso?!
-Lo sabréis cuando me deis un beso.
Y Rigoberto lo sabría, y con Sinforosa se casaría y con ella reinaría.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
Fin
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Cristina era una princesa muy hermosa, pero también muy mentirosa. Un día, estando en su jardín, un viejo desconocido la abordó y así le habló:
-Había oído hablar de vuestra fealdad, alteza, pero no me me creía que fuera verdad, ni tampoco la crueldad de quien os habla de vuestra inexistente beldad.
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Cristina se enfadó porque se sabía divina.
-Soy hermosa como una mimosa. ¡Fuera de mi jardín, malandrín!
-Os tienen engañada, sois fea como la leña quemada, pero si así habláis es por que los espejos de vuestro palacio están trucados, o lo que es lo mismo, amañados.
- ¿Quién sois?¡Está acabando con mi paciencia vuestra indecencia!
-Soy la verdad disfrazada de mentira y os quiero desengañar para lo que está por llegar!
-Me empezáis a asustar. ¿Qué está por llegar?
-El rechazo de vuestro prometido, el conde Decidido. ¿Queréis ver como sois en realidad, majestad?
Tanto la había liado, que le respondió al condenado:
-Quiero, viejo caballero, quiero.
-Os mandaré un espejo que no sea truculento a vuestro aposento. Ahora, con el deber cumplido, me voy por donde he venido.
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Cistina al verse reflejada en el espejo encantado y malvado, del castillo se escapó y en un bosque se metió.
Una cabaña abandonada encontró y en ella se instaló, y por mucho que sus padres la buscaron no a encontraron.
Pasaba el tiempo cuidando a los animales, zorros, conejos, ardillas... para ella todos eran iguales.
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Pasaba el tiempo cuidando a los animales, zorros, conejos, ardillas... para ella todos eran iguales.
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Un día la fue a visitar el viejo que le regalara el espejo, pero disfrazado de verdad:
-Nunca habéis sido fea, pero sí una caprichosa mentirosa. Espero que hayáis aprendido la lección, corazón. No os quiero oír ni una mentira más. Si mentís otra vez se os quedará cara de pez.
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Helena se despidió de los animales y fue a trabajar a un castillo muy hermoso donde vivía en príncipe Fructuoso, que no quería ninguna princesa con boquita de fresa, el quería casarse con un plebeya que fuese seria y bella. Tan pronto la vio de ella se enamoró. el artista había conocido el amor a primera vista.
Helena se despidió de los animales y fue a trabajar a un castillo muy hermoso donde vivía en príncipe Fructuoso, que no quería ninguna princesa con boquita de fresa, el quería casarse con un plebeya que fuese seria y bella. Tan pronto la vio de ella se enamoró. el artista había conocido el amor a primera vista.
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Tiempo después hubo un baile donde se iba a anunciar que el príncipe con Cristina se iba a casar.
Ese día, mientras la vestía, le dijo a Cristina su dama de compañía:
Tiempo después hubo un baile donde se iba a anunciar que el príncipe con Cristina se iba a casar.
Ese día, mientras la vestía, le dijo a Cristina su dama de compañía:
-Sois tan bonita que parecéis una princesita.
-¿Princesa yo? No, no, no.
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Tres veces había metido, cuenta se dio y al bosque huyó.
A la cabaña volvió y en el bosque a los animales siguió cuidando y ayudando.
A la cabaña volvió y en el bosque a los animales siguió cuidando y ayudando.
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El príncipe la buscó, la buscó y la buscó, hasta que la encontró y le preguntó:
-¿Por qué, mi amor por qué?
-Porque soy fea, mentirosa, una princesa y además soy traviesa.
-Seréis una princesa mentirosa y traviesa, pero de fea no tenéis nada, amada.
-¡¿De verdad?!
-De verdad que es inmensa vuestra beldad.
-Queréis ver que estaba obsesionada, sugestionada, queréis ver que estaba cegada.
Le explicó lo que le pasó y poco después con el príncipe se casó. El príncipe a los padres de cristina a la boda invitó y la felicidad en los dos reinos reinó.
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MORALEJA: Que quien miente es prisionero de su mentira es tan cierto como que el mundo gira.
Fin
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El el siglo de oro, en el que florecieron las letras y el pensamiento, se desarrolla este cuento.
-Bella dama, os diré de buenas a primeras que yo no pago por quimeras, pero hablad y si me convencéis vuestro buen dinero tendréis.
-Sentad de nuevo, sentad y hablad. ¿Qué es eso de la vida eterna? Y hablad en bajo que tiene muchos oídos esta taberna.
-Veréis, en una tierra muy lejana, a la que llaman Tierra del Mañana, hay una zarzamora al lado de una fuente... Vaya, de repente, se me fue la memoria y si no como algo de cordero no podré acabar la historia.
La aventurera cogió la botella de vino, y con la mano levantada, dijo, descarada:
-Hay poco vino en la mesa, esta botella poco pesa.
-¡Tabernero, más vino para esta clienta que yo pago la cuenta!
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-...Y así llegué hasta aquí.
-¿Cuánto pedís por ese tesoro?
-Cien monedas de oro.
-¿Cien? El precio es decente, pero mi bolsa no llega a veinte.
El hombre pagó al tabernero. La aventurera Flor de Enero le dio el papiro y el caballero le dio la bolsa con el resto del dinero.
-Mirad el papiro en vuestra casa que hay suelto mucho ladrón y luego pasa lo que pasa.
Ya en su habitación, el caballero, cuando el papiro abrió, lo que leyó de piedra le dejó:
"Hay que ser garrulo, y tener menos luces que un mulo, para creer en moras de la sabiduría y fuentes de la eterna juventud. Por cierto, muy bueno el vino y el cordero. Saludos, ingenuo caballero.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
--------------------------------------------------------------En el reino de la Gran Dehesa vivía Teresa, la Princesa Traviesa. Su vida era una locura pues iba de travesura en travesura. Eso, para el rey Talo, no sería tan malo, si Teresa, una niña fuera, pero Teresa, niña ya no era.
Teresa, la Princesa Traviesa, se internó en el bosque de las Enredaderas Cantantes, un bosque encantado de los de antes.
Miles de enredaderas, con voces fieras, comenzaron a cantar en aquel bosque tan peculiar:
-¡¡Ogro Vicente, vente, vente, vente. Ogro Vicente, vente, vente, vente...!!
-¡Salvadme, caballero!¡¡ Mi padre o dará tierras, dinero...!!
Tino, el peregrino, a la princesa se acercó. En los labios la besó, y después con su espada la enredadera cortó y la liberó.
-¡Me habéis besado, descarado!
Allí se pudo haber liado la mundial porque Teresa, la Princesa Traviesa, era una luchadora sin igual, pero como nadie antes la besara y el beso le gustara, se calmó, y dejó que el joven al castillo la acompañara.
Al fin y al cabo, el beso acaramelado, era la única recompensa por haberla liberado.
Poco después, cuando las Enredaderas Cantantes vieron al ogro Vicente llegar, le indicaron el camino a tomar, pero el ogro no las quiso escuchar.
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El el siglo de oro, en el que florecieron las letras y el pensamiento, se desarrolla este cuento.
Érase que se era, un hombre de Salamanca, que en la taberna del de Paterna se encontró a una aventurera llamada Flor de Enero que se había quedado sin dinero. Le intentaba vender un papiro ajado, que a saber por cuantas manos había pasado.
-...Tengo un papiro -le decía-, pone como llegar hasta las moras de la sabiduría, y aunque mucho lo aprecio se lo venpor un buen precio.
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El caballero le dijo a la aventurera Flor de Enero.
-Bella dama, os diré de buenas a primeras que yo no pago por quimeras, pero hablad y si me convencéis vuestro buen dinero tendréis.
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-Os empezaré diciendo, aunque no me acabéis creyendo, que seiscientos años cumplí ayer, y como podéis observar, estoy de buen ver.
-¡Pardiez! Estoy bebiendo con una chalada, con una loca descarriada.
-Cuerda estoy aunque no lo parezca, mas antes que vuestra ira crezca, os digo adiós y que Dios quede con vos, que yo me voy con mi vida eterna y mis moras en busca de mejores horas.
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La aventurera se levantó y con marcharse amagó.
Al caballero le picó la curiosidad.
La aventurera se levantó y con marcharse amagó.
Al caballero le picó la curiosidad.
-Sentad de nuevo, sentad y hablad. ¿Qué es eso de la vida eterna? Y hablad en bajo que tiene muchos oídos esta taberna.
-Veréis, en una tierra muy lejana, a la que llaman Tierra del Mañana, hay una zarzamora al lado de una fuente... Vaya, de repente, se me fue la memoria y si no como algo de cordero no podré acabar la historia.
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-¡Tabernero, cordero!
-¡Tabernero, cordero!
La aventurera cogió la botella de vino, y con la mano levantada, dijo, descarada:
-Hay poco vino en la mesa, esta botella poco pesa.
-¡Tabernero, más vino para esta clienta que yo pago la cuenta!
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Mientras comían y bebían, la aventurera le contó de su vida los grandes momentos, aunque más que momentos parecían cuentos.
-...Y así llegué hasta aquí.
-¿Cuánto pedís por ese tesoro?
-Cien monedas de oro.
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-Dadme el dinero que os quede después de pagarle al tabernero.
-Dadme el dinero que os quede después de pagarle al tabernero.
El hombre pagó al tabernero. La aventurera Flor de Enero le dio el papiro y el caballero le dio la bolsa con el resto del dinero.
-Mirad el papiro en vuestra casa que hay suelto mucho ladrón y luego pasa lo que pasa.
Ya en su habitación, el caballero, cuando el papiro abrió, lo que leyó de piedra le dejó:
"Hay que ser garrulo, y tener menos luces que un mulo, para creer en moras de la sabiduría y fuentes de la eterna juventud. Por cierto, muy bueno el vino y el cordero. Saludos, ingenuo caballero.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
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Teresa, la Princesa Traviesa, tenia dieciocho años tres meses y un día, cuando un mediodía, por no conocer a su pretendiente, Bisbal, príncipe del reino de Cristal, de campesina se disfrazó, del castillo se escapó y en su última travesura se metió.
Teresa, la Princesa Traviesa, tenia dieciocho años tres meses y un día, cuando un mediodía, por no conocer a su pretendiente, Bisbal, príncipe del reino de Cristal, de campesina se disfrazó, del castillo se escapó y en su última travesura se metió.
Teresa, la Princesa Traviesa, se internó en el bosque de las Enredaderas Cantantes, un bosque encantado de los de antes.
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Allí vio venir por un camino a un joven con andar cansino, de poca hermosura y con una espada a la cintura.
-¿Qué hacéis aquí, carita de fresa? -preguntó el joven al encarar a Teresa, la Princesa Traviesa.
Allí vio venir por un camino a un joven con andar cansino, de poca hermosura y con una espada a la cintura.
-Curioseando -le respondió Teresa, a aquel desconocido atrevido.
-La curiosidad mata, ojitos de gata.
-Vuestro tono de voz no me gusta, es más, me asusta.
-Vuestro tono de voz no me gusta, es más, me asusta.
-Ante vos hinco la rodilla, bella chiquilla. Tomad mi mano como si fuese la de vuestro hermano.
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-¡Mirad el descarado! Aprovecha que va armado.
-Y vos desarmada en el bosque de las Enredaderas Cantantes y del ogro Vicente, imprudente.
-Un ogro. Enredaderas cantantes. ¿Quién sois vos, el rey de los ignorantes?
-Y vos desarmada en el bosque de las Enredaderas Cantantes y del ogro Vicente, imprudente.
-Un ogro. Enredaderas cantantes. ¿Quién sois vos, el rey de los ignorantes?
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-Alguien a quien el ogro Vicente comió su montura. Es un ogro poseído por la locura. No os separéis de mí o no saldréis de aquí.
-Lo próximo que me diréis, bandido, es que sois un príncipe que se ha perdido.
-Podéis llamarme Tino, Tino, el peregrino.
-Un ogro y enredaderas cantantes. No sabéis mentir. Sólo os falta hablar de algún mágico elixir. Y Tino. ¿Tino de qué? Tino no tenéis ninguno, cretino.
-Alguien a quien el ogro Vicente comió su montura. Es un ogro poseído por la locura. No os separéis de mí o no saldréis de aquí.
-Lo próximo que me diréis, bandido, es que sois un príncipe que se ha perdido.
-Un ogro y enredaderas cantantes. No sabéis mentir. Sólo os falta hablar de algún mágico elixir. Y Tino. ¿Tino de qué? Tino no tenéis ninguno, cretino.
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Teresa, la Princesa Traviesa, salió del camino, y desoyendo a Tino, cogió una enredadera, la enredadera a ella se enredó y a un árbol la ató.
Teresa, la Princesa Traviesa, salió del camino, y desoyendo a Tino, cogió una enredadera, la enredadera a ella se enredó y a un árbol la ató.
-¡¡Ogro Vicente, vente, vente, vente. Ogro Vicente, vente, vente, vente...!!
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Teresa, la Princesa Traviesa, se asustó y ayuda reclamó.
-¡Salvadme, caballero!¡¡ Mi padre o dará tierras, dinero...!!
Tino, el peregrino, a la princesa se acercó. En los labios la besó, y después con su espada la enredadera cortó y la liberó.
-¡Me habéis besado, descarado!
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-No soy un descarado, mi recompensa he cobrado.
-No soy un descarado, mi recompensa he cobrado.
Allí se pudo haber liado la mundial porque Teresa, la Princesa Traviesa, era una luchadora sin igual, pero como nadie antes la besara y el beso le gustara, se calmó, y dejó que el joven al castillo la acompañara.
Poco después, cuando las Enredaderas Cantantes vieron al ogro Vicente llegar, le indicaron el camino a tomar, pero el ogro no las quiso escuchar.
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-... Y un peregrino valiente me salvó del ogro Vicente.
-¡Diantres! Habéis estado en el bosque de las Enredaderas Cantantes.
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Cientos de sodados a Tino fueron a buscar pero solo con el ogro y las enredaderas se iban a encontrar.
Un mes más tarde, sonaron las trompetas anunciando a Bisbal, el príncipe del reino de Cristal. Teresa, la princesa traviesa, hasta ese momento, triste y apenada, cuando en la sala del trono vio a Bisbal entrar, todos la oyeron exclamar:
Tino, el peregrino, era Bisbal, el príncipe del reino de Cristal.
Y hasta aquí hemos llegado, mas este cuento no se ha acabado, pues al cuento de Teresa, la Princesa Traviesa, y de Bisbal, el príncipe del reino de Cristal, le pones tú el final.
Ya en el castillo, Teresa, la Princesa Traviesa, con su padre se encontraba, y así le hablaba:
-... Y un peregrino valiente me salvó del ogro Vicente.
-¡Diantres! Habéis estado en el bosque de las Enredaderas Cantantes.
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-¿Sabíais que existía?
-Claro que sí, hija mía. ¿Ese peregrino valiente mató al ogro Vicente?
-No, pero de la enredadera cantante me desató. Me besó y me enamoró.
-Lo mandaré a buscar y caballero lo voy a nombrar.
-Claro que sí, hija mía. ¿Ese peregrino valiente mató al ogro Vicente?
-No, pero de la enredadera cantante me desató. Me besó y me enamoró.
-Lo mandaré a buscar y caballero lo voy a nombrar.
Cientos de sodados a Tino fueron a buscar pero solo con el ogro y las enredaderas se iban a encontrar.
Un mes más tarde, sonaron las trompetas anunciando a Bisbal, el príncipe del reino de Cristal. Teresa, la princesa traviesa, hasta ese momento, triste y apenada, cuando en la sala del trono vio a Bisbal entrar, todos la oyeron exclamar:
-¡¡Tino!!
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Tino, el peregrino, era Bisbal, el príncipe del reino de Cristal.
Y hasta aquí hemos llegado, mas este cuento no se ha acabado, pues al cuento de Teresa, la Princesa Traviesa, y de Bisbal, el príncipe del reino de Cristal, le pones tú el final.
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