Seis cuentos con ilustraciones para niñas y para niños 4

 

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Hace mucho, mucho tiempo, cuando las ranas aún tenían pelo, había una niña que era un cielo. La llamaban Rosalinda porque era una niña muy linda, pero era pobre, muy pobre, tan pobre era que comía una vez al día y siempre habas con lentejas que ya le salían por las orejas.
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Rosalinda tenía una muñequita de trapo a la que llamaba Guarapo, y que ya fuera de su madre, de su abuela de su bisabuela y de su tatarabuela.

Una noche, en sueños, le dijo a Rosalinda, Guarapo, la muñequita de trapo:
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-Soy una princesa y llevo más de cien años encantada con el hechizo de una bruja malvada. Mi reino seguirá congelado hasta que mi cuerpo de muñeca no sea quemado. Quémame, Rosalinda. niñita linda.
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Rosalinda no se asustó al oír a la muñeca hablar, y le iba a contestar:

-Quemarte no podría, mi madre me mataría. Además. ¿Cómo te iba a quemar si sin ti no podría estar?

Guarapo, la muñequita de trapo, sonrió y en una niña se convirtió.
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-Porque me quieres debes ser tú la que me quemes, bonita. Mi reino me necesita. Mi príncipe me está esperando, congelado. Mi príncipe amado, que al altar me iba a llevar.
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Al notar en sus palabras ansiedad, Rosalinda, sintió curiosidad.

-¿Si eres una niña cómo te ibas a casar? Una respuesta me debes dar o no te voy a quemar.

Rosalinda con sus ojitos pudo ver como la niña se hizo mujer. 
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Rosalinda despertó. De su viejo catre se levantó, la muñequita al fuego echó, y allí se quemó. Guarapo, la muñequita de trapo, en princesa se convirtió, a su reino volvió y desencantado lo encontró.
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La madre de Rosalinda, Ada, llevó unos días apesarada, porque su hija quemara a Guarapo. la muñequita de trapo.
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Una semana después, llamaron a la puerta de la casa de Rosalinda, la niña linda. Ada la puerta abrió y con un mensajero se encontró. Era un mocetón que le entregó un arcón.
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Se habían acabado las habas con lentejas que le Salían por las orejas. Rosalinda creció, a un joven apuesto conoció, y con él de casó.
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Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado. 

                                Fin
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En tiempos muy lejanos, en el Reino de los Milanos, reinaba la reina Rosa, una reina muy hermosa a la que apodaban La Generosa.  
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Como su esposo, el rey Fructuoso, en una contienda había fallecido, fuerzas malignas, lideradas por el conde de Salvatierra, el cobarde más grande sobre la tierra y por el hechicero Baldomero, un personaje oscuro y fiero. Dieron un golpe malvado y cuando la reina habían eliminado decidieron deshacerse de su heredero, el príncipe Rainiero, mas como ninguno de los dos, las manos se quería manchar, decidieron que unos soldados al dragón Salomón y a sus hermanos, Germán, Juan, León y Sansón se lo dieran para merendar, lo que no sabían era que los dragones eran vegetarianos, y cuando vieron que al niño se lo ofrecían para jalar, el dragón Juan a los sodados acabaría por chamuscar.
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Pasaron los años y el niño se hizo mayor. Los campesinos lo llamaban Quiñones, el hijo de dragones.

El el castillo, el conde de Salvatierra, se había casado con una joven muy bella y muy amiga de la guerra. Era hija del hechicero Baldomero. Esta joven, eternamente bella, se llamaba Estrella y tenía una hija de suma beldad que se llamaba Caridad.
Un día, Caridad, arriesgándose a que le hicieran las cosquillas, salió del castillo a hurtadillas. 

Estaba practicando el tiro con arco cuando se encontró con Quiñones, el hijo de los dragones, que queriendo ser atento, le dijo, muy contento:

-¡Qué bien luce en vos esa lana! ¿Cómo os llamáis, bella aldeana?
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-No es lana, es seda, y no soy una aldeana. Seré soberana de todos el día de mañana.
-No creo que nadie os pida en matrimonio. Con el carácter que tenéis se lo pedirían antes al demonio.
-¡¿Quién os pensáis que sois, majadero? A lo mejor os creéis príncipe y no valdríais ni para escudero.
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-Soy Quiñones, el hijo de los cinco dragones. 
-Y lo decís con pomposidad, pues yo soy Caridad I, y soy de este reino la princesa heredera.

Aún no acabara Caridad de alardear cuando vio al dragón Simón llegar, y luego lo oyó hablar.

-Nuestro hijo es el heredero. Él es el príncipe Rainiero, el que tu padre y el hechicero Baldomero, nos trajeron para merendar. Ellos hicieron desaparecer a su madre y pronto las van a pagar. 
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Caridad estaba asustada y al miso tiempo anonada al oír hablar a aquel dragón con su tremendo vozarrón, pero sacando fuerzas de su flaqueza le dijo con dureza:

-¡Si venís a mi castillo me encontraréis armada! Estoy para la guerra preparada, y si guerra queréis, guerra tendréis.
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Cuando el rey, que era el conde de Salvatierra, el cobarde más grande la tierra, su esposa y el hechicero Baldomero, se enteraron de que iba la cosa, cogieron todas las riqueza que pudieron y pusieron pies en polvorosa. Caridad se quedo para defender lo que creía que le correspondía y sabía que su ejército no le fallaría.
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Una tarde llegó  el príncipe Rainiero montado sobre el dragón Juan, escoltado por los otros dragones, y con los campesinos, campesinos que lucharon como leones y vencieron a los soldados por la princesa liderados.
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Después de rendirse, Caridad, supo que lo que 
le contara el dragón era verdad.

Días más tarde, una mañana, paseando por una pradera, le preguntó con humildad, Caridad, al dragón Sansón.

-¿Qué va a ser de mí? ¿Me podré ir algún día de aquí?

Le respondió el dragón Sansón:


-Está escrito el el firmamento que seréis reina, y no  estoy contando un cuento.
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Caridad sería la reina de Rainiero, a la que quiso como a nadie, pues fue su último y su amor primero.

Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.

                                      Fin
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En una pequeña aldea y en la granja de Dorotea, vivía la gallina Benita, a la que los otros animales llamaba la erudita y Ramón, el gallo valiente y peleón.
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Un día le dijo Ramón, el gallo valiente y peleón, a Benita, la gallina erudita:

-Siendo una gallina, como puedes ser erudita, Benita?
-Entre otras cosas, dicen que soy erudita porque la cresta me gusta bajar cuando a otra gallina siento cacarear. ¿Sabes por qué?  Por que así las peleas consigo evitar.
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-Por eso no eres educada ni erudita, Benita. Eres una cobarde que huye cuando la cosa está que arde.
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Un trueno con un ruido que parecía que se iba a caer el mundo entero iba a traer los rayos que cayeron sobre el gallinero.
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En nada el gallinero estaba en llamas, y lo peor es que las gallinas estaban en su interior. Ramón, el gallo peleón huyó del fuego. La gallinas tenían miedo a salir y allí quemadas iban a morir. Flavia, la gallina Sabia, entre el fuego se metió, sus plumas chamuscó, pero a picotazos del gallinero las sacó.
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MORALEJA: Callar para evitar una pelea, no es cobardía, es educación y sabiduría.

                                         Fin

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Había en el reino de Utopía una princesa llamada Vanesa. Era una princesa obesa, y su boca, con labios de fresa, no hacía más que tragar, tragar y tragar y si le hablaban de adelgazar se ponía a gritar.
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El rey Baltar, apodado el Tranquilo, había perdido la paciencia por que su hija y heredera lo traía en vilo, a él y a su esposa Filo. Viéndola comer, comer y comer, ya no sabían que hacer, y por eso llamaron a Ester, una hechicera que creían que era buena pero era mala como una hiena.
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Cuando los vino a ver, le dijo al rey y a la reina, la hechicera Ester.

-Una tutela hará que deje de comer esa mujer.

Le preguntó el rey Tranquilo mirando para su esposa Filo:

-¿Qué tutela, señora? Una explicación os exijo, y la exijo ahora.

-Mi tutela a Vanesa adelgazará y una joven bella se volverá.
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-Adelante con el tratamiento que su gordura nos llena de descontento.

El rey Baltar la vida de su hija acababa de arruinar.
Vanesa acabó custodiada por Simón, el dragón Peleón, que vivía en una cueva del monte del rey Salomón.
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A Teresa de comer se le quitaron las ganas, pues el dragón Peleón solo le daba manzanas.

Nadaba en lágrimas el rey tranquilo y su esposa filo cuando llegó al castillo un caballero en busca de fama y dinero, y al rey Baltar así le iba a hablar:

-¿Es la recompensa prolija por traer sana y salva a vuestra hija?
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-Pedid y os será dado, caballero osado.
-Como canas no peino... Un título de conde y la décima parte de las riquezas de vuestro reino.

-Todo os será dado si cumplís lo acordado.

El caballero, que se llamaba Baldomero, de inteligencia hizo derroche, y por la noche, al bruja Ester fue a ver. Dormida la encontró. La amordazó y a la cueva del dragón Simón la llevó.
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El dragón Simón también estaba dormido. El caballero Baldomero su espada en el corazón le colocó y le gritó:

-¡Es vuestra vida o la de la princesita gordita.

El dragón Simón que se llevara un susto del copón. le dijo al campeón:


-Llevaos a la princesa, caballero, que mi vida es lo que más quiero.
-¿Tengo vuestra palabra de dragón Peleón?
-La tenéis, caballero, y mi palabra vale más que el dinero.

La bruja Ester ocupó el lugar de Vanesa, que ya no era obesa, y que al verse liberada, dijo muy airada:

-Así que gordita. ¿Me veis así, caballero de caliente boquita?
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El caballero Baldomero tan hermosa la vio que hasta se ruborizó.

-Retiro mis palabras, señora, sois más bella que la aurora.

Regresaron al castillo del reino de la Utopía y todo fueron celebraciones y alegría.
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Al conde Baldomero le fue dada la décima parte de las riquezas del reino, mas sólo era el principio de su fortuna, pues cuando tuvo el amor de Vanesa, supo que como tener su amor, no había fortuna ninguna.

MORALEJA: De los errores, aunque sean garrafales, también pueden surgir amores inmortales.

                                  Fin
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Hace más de diez centurias, cuando los nobles hacían pasar a la plebe penurias, había un rey que se desvivía por sus ciudadanos. Fue el primer rey defensor de los derechos humanos. Teodoro se llamaba y a los más necesitados ayudaba.
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Un día recibió a un campesino que de regalo le traía dos garrafas de vino.

-Veréis majestad, yo soy pobre de solemnidad, pero si quince monedas de oro me pudieseis prestar, la próxima vez que os venga a visitar, en vez de dos garrafas de vino os traeré diez toneles, hermosos como dos claveles.
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-Lo que queréis es medrar y a cambio diez toneles de vino me queréis dar.
-No señor, quiero hacer algo mejor. Con mis ganancias, después de plantar y recolectar, a otras personas necesitadas quiero ayudar.
-Bella idea. A mi tesorero diré que os de el dinero.
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En tiempo de plantar, el rey Teodoro que sólo tenía treinta abriles y desconfianzas miles, quiso saber si prestara bien el oro, o si lo  engañara un campesino con poco decoro, así que fue a pedir trabajo con ropas muy usadas y remendadas a las tierras del campesino que le debía quince monedas de oro y diez toneles de vino. Teodoro se encontró con Ana, a la que apodaban Ricitos de Oro, una joven muy hermosa, más que hermosa, preciosa.
-¿Sabéis dónde puedo encontrar a quien me pueda contratar para trabajar?
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-Ya la habéis encontrado...
-¿Desarrapado?
-No iba a decir desarrapado, pero por vestir como vestís quedáis contratado.
-Vuestra magnanimidad es sólo comparable a vuestra beldad.
-Seguid así y ya os veo lejos de aquí.
-¿Negáis que sois preciosa? A vuestro lado una rosa no tiene color ni aroma. La belleza de un ruiseñor es una broma...
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-¿Habéis venido a trabajar o a adular? 
-A trabajar, luz estelar
-Pues callad, majo, o os quedaréis sin trabajo Mañana aquí, a la primera hora,
-Si, señora.

El rey Plantó vides,  tarde, mediodía y mañana, y día tras día le llevaba de comer Ana. El rey tanto la aduló que de él se enamoró.

El trabajo se terminó, y en un descuido, Teodoro, a Ana, Ricitos de oro besó.

-¿Qué habéis hecho? ¡El corazón me quiere salir del pecho!
-No es sólo el vuestro señora de mi noche y de mi aurora. El mío es un caballo desbocado que de una diosa de ha enamorado. Mas sé donde estoy... un desarrapado soy.
-A mi padre no le importará vuestro ropaje, que no es la ropa la que hace al rey, rey, ni al paje, paje.
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-Entonces a vuestro padre pediré vuestra mano  mañana por la mañana. ¿Estáis de acuerdo, reina mía?
-Ya me tarda que llegue la luz del día.

Y la luz del día llegó, y Ana, la sorpresa de su vida se llevó. Un mes más tarde con Teodoro se casó y en reina se convirtió.

MORALEJA: El amor no distingue entre aldeano o gitano, entre rey, reina, príncipe o princesa con boquita de fresa. Nace cuando menos se espera y crece como las flores en primavera.

                                     Fin
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El mirlo Pirlo, que se estaba dando un atracón de cerezas, vio que la urraca Paca traía en el pico un anillo y el pillo le habló así:


-Todos los días igual. No sabes más que robar, hija del Mal.
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La urraca Paca, el anillo en el suelo posó y así le respondió: 
-¿Y tú qué estás haciendo? ¿Es tuyo lo que estás comiendo?
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-Yo rapiño para comer. Otra cosa no puedo hacer. Lo tuyo es vicio. ¿Cuándo te vendrá el juicio?


-No es vicio. ¡Es ansia viva! De la ansia viva soy cautiva.


-Deja ya de robar que un día te van a cazar y mal, muy mal lo vas a pasar. 
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-¿Cazarme a mí? Soy de vuelo ligero y silencioso, a mi no me caza nadie, baboso. 
-Torres más grandes ya cayeron, deja apropiarte de lo ajeno, veneno. 
-¡Ojala te pille el dueño del cerezo y te apriete el pescuezo. 
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-A ti es a la que van a pillar y no a mucho tardar. 


La urraca Paca no le hizo caso. Al día siguiente entró volando en una casa que tenía la ventana abierta, La pillo robando una mujer llamada Roberta, con una escoba la acorraló y en una jaula acabó.
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MORALEJA: Por muy bueno que alguien sea robando lo acaban cazando.

                                 Fin
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