Cuentos con ilustraciones para niñas y para niños 5

 


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En un castillo de la vieja Francia, vivía entre lujos y refinada elegancia, Rosa, la princesa caprichosa.

Dieciocho años tenía cuando su padre y su madre decidieron que tomase esposo. 

En un día caluroso, de él así le habló Rosa a su progenitora, la reina Aurora:

-Tiene que ser un campeón, alto, rubio, de ojos verdes, gracioso, tiene que ser de la tierra el más hermoso.
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-¿Y no queréis también que le sepa a miel la boca, pedazo de loca? -le dijo su madre, la reina Aurora, que era una mujer encantadora.
-Soy princesa. Hermosa. Soy del reino la joven más maravillosa. Quiero al mejor, al más valiente, a un incansable luchador. 
-Con esa idea vais a quedar soltera. No habrá quien os quiera por orgullosa y por caprichosa, o lo que es peor, si se casan con vos no será por amor. 
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Se anunció en un pregón que la princesa Rosa buscaba a un campeón para ser su esposa. Príncipes y caballeros acudieron a la cita porque la princesa era muy bonita, pero ninguno fue de su agrado, ninguno era su campeón soñado.
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A su padre, el rey Javier, se lo hizo saber.

-Parecen muñecos para jugar, yo quiero a alguien que me haga soñar.

El rey nada le reprochó, y así le habló:


-El mundo es grande, muy grande. Vendrán más y más y mas. Tantos recibiréis que alguno que os guste encontraréis.
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Un día llegó al castillo un extranjero disfrazado de marinero. Era el bucanero Piero, mas conocido como el Pirata Burlón, traía con él un arcón tan vació como el corazón de Rosa, la Princesa Caprichosa, lo abrió en una sala, y al verlo, Rosa dijo, airosa, airada y rabiosa:

-¿¡Con aire me queréis comprar!? ¡Fuera de aquí, cara de calamar! 
-Si os traigo aire es porque muchos aires tenéis, y aire es lo que valéis.
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La princesa se enfadó, a su padre la ofensa le contó, y el rey al extranjero, sin dudar, lo mandó encarcelar.

El bucanero se iba a escapar y a la princesa iba a raptar, ya que ese era el plan, dar al rey y a la reina jaque mate pidiendo por su hija un rescate.
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El primer día en el barco pirata la princesa no paraba de llorar, el segundo odio eterno al bucanero Piero iba a jurar, al tercero le cogió el gusto a navegar, y al quinto otro barco pirata los abordó y en la lucha participó, pues caprichosa era, pero también una temible guerrera.
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Tres meses estuvo Rosa, la Princesa Caprichosa en el barco del bucanero Piero, más conocido como el Pirata Burlón. La  princesa se enamoró de su raptor y por él se moría de amor, y no era ella sola, ya que el pirata aguerrido, por ella había perdido el sentido. 
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Un día le dijo el bucanero Piero a Rosa, ahora conocida como la Pirata Valerosa:

-Si príncipe fuera y vuestro amor no tuviera, probablemente, de amor muriera, como soy un bucanero y os quiero, es casi seguro por vuestro amor muero, mas os devolveré a vuestro hogar y que me maten si me tienen que matar.
-¡No lo quiera Dios! Antes iría al fin del mundo con vos.
-No, al castillo os llevaré y mi osadía pagaré.

El bucanero Piero su palabra había empeñado. La princesa a su padre y a su madre devolvió y el rey lo encarceló.
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Pasado un tiempo, a Rosa, que ahora era buena, pero que sin el amor del bucanero Piero era como una alma en pena, la obligaba a casar el rey con alguien del que solo sabía que era un hombre ley.
Rosa iba llorando camino al altar. 
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Los invitados no paraban de sonreír y cuchichear.
Se reían de ella por haber sido caprichosa y acabar de aquella manera tan horrorosa, mas no sabían que a su padre cara le iba a plantar y al obispo iba a decir que no, que no se iba a casar. Mas de opinión iba a cambiar, cuando a sus espaldas a su futuro esposo oyó susurrar:

-Si príncipe fuera, y vuestro amor no tuviera, probablemente, de amor muriera, como soy un bucanero y os quiero, si no os casáis conmigo de amor muero.

La princesa dejó de llorar y le dijo al bucanero Piero: 

-¡No lo quiera Dios! Me casaré con vos.

Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.

                                    Fin
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En una calurosa noche de verano dormía la zorrita Rita bajo un árbol serrano, cuando hasta allí llegó su novio Ramón, que era un chulito, un flojo y un tragón, y que le iba a decir a donde tenía que ir.


-¿Qué haces durmiendo, perezosa? Vete a robar al viejo gallinero que a estas horas duerme el granjero y la tarrea no será peligrosa. 
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La zorrita Rita, se desperezó, lo miró y así le habló:

-Hace un calor agobiante, sofocante,,, Tiempo tendré para robar, flojo, más que flojo que cojeas de un pie sin ser cojo. 
-Tiempo tendrás para jalar, ahora lo que quiero es descansar.

Le dijo el zorro Ramón, el chulito, el flojo, el gorrón:

-Arriba pequeña ociosa. Si quieres mi querer de lo que coma debes comer...
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Un águila paso volando, una plasta, gorda, basta, dejó caer, y como el zorro estaba con la boca abierta, mirando hacia el cielo, en su boca cayó el asqueroso caramelo.
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La zorrita Rita de él se rio cuando así le habló:

-Veo que tienes tanta hambre que no has podido esperar, mejor, así me dejarás descansar.
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Ramón. el zorro chulito flojo y glotón, se marchó avergonzado, la chulería se le fue con lo que se había tragado.

Moraleja: Jalar, todos tenemos que jalar, pero sea hombre, gato o pato, la vida será siempre la que le ponga el plato.

                               Fin
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En el reino de las siete colinas 
donde sus aguas eran de la tierra las más cristalinas, vivía la princesa Isabel, una princesa preciosa, a la que motejaban Dulce Miel.

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La princesa era muy bella, pero era una creída, y 
hasta su padre y su madre la tenían aborrecida.
Una tarde le dijo la reina Raquel a su hija Isabel:

-¿Adónde vais a las tres? ¡Y dejad de caminar en la punta de los pies!
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-Al bosque de las mimosas, ellas valoran la belleza, valoran las cosas hermosas.
-Por el bosque de las mimosas merodea la bruja Rosa, y la condenada nos la tiene jurada.
-¡Por Dios, eso no te lo creéis ni vos!
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Llegó al bosque de las mimosas, la que se creía la más bella e las rosas. Allí se encontró con una anciana que la halagó con gana. 

-¡Qué bella sois hijita! ¡¡Sois bonita, bonita, bonita!!
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-Sé que lo soy. Despierto admiración por donde voy. Sólo me falta volar, aunque lo intento al caminar.
-Y volaréis si dices la palabra "cabra" Decid: Abra cadabra quiero volverme cuervo porque estoy como una cabra.
-¡Por Dios, cómo una "cabra" estáis vos! 
-Muy hermosa, pero a decir la palabras no os atrevéis. 
-¡¿Qué no?! Ahora lo veréis.

Isabel. Dulce Miel, las palabra mágicas dijo, y sin querer, se transformó en feo cuervo, la que fuera bella mujer.
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La bruja Rosa dijo con voz tenebrosa: 

-En cuervo os habéis convertido y cuervo vais a permanecer. Por presumida esta va a ser vuestra condena hasta que a alguien le deis pena.

Desde aquel día cada mañana, acariciando a un feo cuervo, la reina Raquel, en una ventana, lloraba por la ausencia de su hija Isabel, la princesa Dulce Miel.

Un año después, el cuervo, fue cazada por el halcón de un barón. 
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Ensangrentado, mal herido, destrozado, a los pies de su amo la dejó, Su amo, el barón Ramón, de cuervo se compadeció, y así le habló:

-Mala suerte habéis tenido y buena suerte a otras aves habéis traído porque cuenta me he dado que la caza es de bandido.

El cuervo se volvió otra vez mujer de blanca tez. -Mil gracias, caballero, me habéis liberado de un hechizo que la bruja Rosa me hizo. 

El barón ramón se había llevado un susto del copón. 

-¡Vos sois la bruja Rosa transformada en joven hermosa! 
-Soy Isabel, la princesa Dulce Mie. Levadme a mi fortaleza y mi padre os dará riqueza. 

El barón la miró y la remiró, y al fina la creyó.

-Subid a mi montura, bella criatura.
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Isabel, Dulce Miel, enterró su vanidad. Nunca más presumió de su beldad. Tenía cosas más importantes que hacer, como querer las más bellas sendas recorrer junto al barón Ramón.
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MORALEJA: La belleza es una bendición divina, mas es tan fugaz, que presumir de ella es de una ignorancia supina.

                                   Fin
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En el Reino del Millón de Senderos, donde los melocotoneros eran sabios consejeros, vivía la princesa Asafa, a la que todos llamaban La Princesa Jirafa.
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Asafa, que era una gran belleza, al más alto del reino le sacaba una cabeza. No tenía pretendientes, ni nobles, ni pobres, ni plebeyos ni pudientes,
Su altura impresionaba y su belleza acobardaba.

Un día, al mediodía, se fue al huerto de los melocotoneros, a donde iban a pedir consejo, aldeanos, nobles, caballeros...

-¿Por qué soy tan desgarbada? ¿Por qué nací para ser desgraciada? -pregunto la princesa, desolada


-Sois la más bella del reino. Tenéis un talle que marea. ¿Quién os ha dicho que sois fea, alteza? -le dijo un melocotonero con voz de arriero.
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-No es que sea fea, se que poseo belleza, pero soy la burla del pueblo y de la  realeza.
-¡Qué poco sabéis de la vida, querida!
-Yo sólo quiero enamorarme, casarme...
-Todo lo andaréis, ya lo veréis -le dijo con mucho salero otro melocotonero.
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Al mes siguiente llegó una caravana de un reino lejano encabezada por el príncipe Ernesto, un joven muy apuesto, al que recibió el rey Tafa, padre de Asafa.

-¡Cómo me llamo Tafa que tengo delante a un gigante!-dijo el rey creyendo que su palabra era ley.
-¿No digáis eso, por favor, lo que pasa es que vos sois  bajo de estatura, señor.
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-¡¿Yo?! ¡Vive Dios que mido un meto veintidós!
-Yo diría que sois de estatura muy, muy, muy baja -apostilló Ernesto, el príncipe apuesto.

Un año más tarde sonaron campanas de boda. Se casaban el apuesto príncipe Ernesto y Asafa, la que fuera Princesa Jirafa, y que ahora ya no era tal, pues por su estatura, era el orgullo nacional.


MORALEJA: Quien no sale de su casa no sabe lo que fuera de ella pasa.

                                 Fin
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Tenía veinte años cuando sufrió un accidente de motocicleta tan grave contra un auto que parecía una tanqueta, que los médicos no contaban que despertara del coma inducido en el que lo habían metido.


Juan se vio en uno de los cruces de caminos donde se buscan los destinos, y oyó una voz que le decía con alegría:

-Recto, Juan, recto es lo correcto.
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Juan siguió recto. Llegó a otro cruce de caminos donde se encontró escrito sobre la hierba otro problema, o sea otro dilema.
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-¿Qué camino coger? Si tomo el de la izquierda salvo a mi madre pero quedará sobre mi conciencia la muerte de mi padre. Si tomo el de la derecha salvo a mi madre... Que Dios se haga cargo, yo, recto, y espero que sea lo correcto.

En el siguiente cruce de caminos, en la hierba iba a ver otro dilema para resolver
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-El mismo dilema, yo sigo recto que el mismo valor tiene la vida de un ruiseñor que la de un lobo, pues  a los dos los creó el Señor.

En el siguiente cruce de caminos, donde se forjan los destinos:
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Ni se lo pensó.

-Recto, y espero que sea lo correcto, y si eso, que Dios salve a los dos.

En el penúltimo le preguntaba que tiempo deseaba, aunque la pregunta otra intención llevaba.
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-Prefiero que me sorprenda, yo sigo recto, y espero que sea lo correcto.

Llegó al final del camino y se encontró con un anciano que no era otro que él mismo, y al que cogió de la mano.

-¿Qué nos toca ahora?
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-¿Qué camino hemos seguido?
-El recto.
-El canino recto es volver, que hay quien nos quiere ver.

Juan despertó y vio al lado de la cama del hospital, a su padre y a su madre, al tiempo que oyó una voz que venía de la pared y que decía con alegría:

-Recto, Juan, sigue siempre el camino recto, que el camino recto es el correcto.
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                                Fin
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En Carrascás, el País donde los cangrejos no caminan para atrás, vivía Aitor, un gato al que apodaban El Seductor.
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El Seductor se creía un artista porque iba de conquista en conquista, y lo peor era que presumía de romper corazones como si fuesen melones. Mas ocurrió que un día se le acabó la alegría. Se la quitó su nueva vecinita, la gatita Lucita.
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Os lo cuento en un momento, pero antes os diré, para que entendáis el cuento, que en la antigüedad no había aseos ni en el campo ni en la ciudad, y cuando apretaba la necesidad lo normal, era hacerlo en un orinal, y por las noches, o por las mañanas, al grito de: "¡Agua va!", las vaciaban por las ventanas.

Una noche estrellada, Aitor, ejerciendo de seductor, se puso a recitar bajo la ventana de la gatita Lucita.

-Hermosa princesa, con piel suave como el algodón, sale al balcón...

Se oyó gritar a la gatita Lucita, que había cogido el orinal con la colita:

-¡¡Agua va!!

La gatita Lucita vació el orinal lleno de pis sobre Aitor, el gato seductor.
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Refunfuñó el gato, malhumorado y de pis empapado:

-¡En mis garras caerás y ya verás!

La noche siguiente le dio otra serenata para que cayese en sus garras la gata.

-Dulce gatita, de bellos ojos, de bellas patitas...

Se volvió a oír a la gatita decir:

-¡¡Agua va!!

Esta vez el orinal estaba lleno de pis y caca apestosa, de caca asquerosa.
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El gato Aitor se le quitaron los aires de Seductor.

-¡Qué asquerosidad! ¡Cómo puede tener tanta maldad!

La gatita Martita, que por allí pasaba, al ver al gato lleno de caca y de pies en reírse no tardó ni un tris. Luego le dijo entre sonrisas al seductor de las cornisas:

-Se va a enterar todo el país que una gatita te cubrió de caca y de pis. 
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Aitor, el gato seductor, de Carrascás se machó y jamás regresó, por eso no se enteró de que Lucita era sordita. 

Moraleja: Si te ríes de la gente y lo vas diciendo por ahí, cuando pueda, la gente se reirá de ti.

                                    Fin
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En una aldea pequeña, la aldea de la Peña, vivió en tiempos ancestrales, un chaval con el que no jugaban los otros chavales. Su nombre era Toñito y le llamaba tonto la gente que se creía lista, aunque para algunas cosas era un artista.
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Un día, para romper la rutina, Toñito, entró en una mina, y allí en el agua se encontró con una trucha muy bonita.


En estos días tenía Toñito sólo  once veranos, pero viendo a su alrededor tanto cinismo se había encerrado en si mismo, aunque a hablar volvió cuando la truchita le espetó:

-Hola, amigo, quiero hablar contigo.
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-¿Como puede hablar un pescado? ¡Me has dejado anonadado!
-Yo no soy una trucha normal, chaval. Soy un ángel con mucha suerte, y del cielo he venido a verte.
-¿A mí? Me llaman el atontado, el retrasado. 
-Eres un autista, más listo que alguna gente de la más lista.
-Pues quiero ser normal como cualquier otro chaval. ¿Por qué me has venido a ver?
-Por que en cielo tenemos una escuela en la que te vamos a enseñar a escribir y a leer para cuando vuelvas a nacer.
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-¿Me voy a morir?
.No, Toñito, vas a comenzar a vivir.

Toñito apareció sin vida en un huerto, y todos, niños y mayores, lloraron por él. Cuenta una leyenda que lloraron por la vergüenza de saber que tenían corazones de papel.

                                    Fin
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