Capricho (poesía)
De aquellos momentos de candidez,
en la dulce primavera de la vida,
recuerdo aquella ansia bandida
que dejaba mi alma dividida
al descubrir su preciosa palidez.
Luego al acariciar su bella tez
de niña pequeña y cohibida
que tenía el alba retenida,
veía en ella la cría perdida
una y otra, y otra y otra vez.
En el aire flotaba mi pequeñez.
viendo a la palomita rendida.
Sin la tinta en el templo vertida
no le quise dañar su honradez.
Fueron momentos de sensatez.
de quien era una bala perdida
que no deseaba verla herida
por haber caído en mi turbia red.
Fue la duda un muro, una pared,
que derribé al hallar la salida
de mi mundo hecho de estupidez.
¡Era tan tierna su hambre y su sed
y tan dulce su virginal guarida
que murió el vividor y su idiotez!
José Enrique Oti García.
en la dulce primavera de la vida,
recuerdo aquella ansia bandida
que dejaba mi alma dividida
al descubrir su preciosa palidez.
Luego al acariciar su bella tez
de niña pequeña y cohibida
que tenía el alba retenida,
veía en ella la cría perdida
una y otra, y otra y otra vez.
En el aire flotaba mi pequeñez.
viendo a la palomita rendida.
Sin la tinta en el templo vertida
no le quise dañar su honradez.
Fueron momentos de sensatez.
de quien era una bala perdida
que no deseaba verla herida
por haber caído en mi turbia red.
Fue la duda un muro, una pared,
que derribé al hallar la salida
de mi mundo hecho de estupidez.
¡Era tan tierna su hambre y su sed
y tan dulce su virginal guarida
que murió el vividor y su idiotez!
José Enrique Oti García.
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