Me miraste con tus preciosos ojos y mi pobre alma tembló ruborizada. Los pómulos se me pusieron rojos, Sentí en mi pecho la gana guardada. Me miraste, criatura angelical, y deseé poseerte, abrazarte fuerte, ser de tu perfumado talle, chacal, y como chacal deseé comerte. Me miraste y encendiste mi hoguera hoguera de fuego, de miel y menta. Despertaste en mi ser la primavera. Despertaste a la fiera hambrienta. Me miraste y despertaste al león, león que desea devorar tu alameda hasta que viertas en su boca esencia, esencia de tu perfumada rosaleda. José Enrique Oti García.