Un negro buitre de melancolía nació de una lágrima furtiva y naufragó en la paz primitiva enviando una sentida misiva mientras un temblor me estremecía. Cómo triste cometa me perdía sabiendo mi larga ruta cautiva de la oscuridad, loba altiva, siempre presente en la comitiva que tiene un gorrión en su agonía. El albor esperanzas devolvía y el alma volví a a estar viva, hasta que una noche, agresiva, me dijo que nunca fuera mía. Se sumió en eterna algarabía, con desmanes de moza caritativa, La diosa no era ni siempreviva. Formaba parte de la porquería. Y cuanto más pensaba más sufría. Mi barco se marchó a la deriva y se hundió en la monotonía. Se me hizo noche eterna el día, hasta que me comprendí que no era diva. Era mujer, preciosa, mas vacía. José Enrique Oti García.