Capricho (poesía)
Pequé de lujuria en la madrugada
al sumergirme en la profundidad.
Entré en un mundo de felicidad
y saboreé melosa humedad
que me recordaba la mermelada.
¿Mas quién no pecó por ver una hada
regando con un caudal de castidad
que arrasa cómo atroz tempestad?
Sí, abrasaba con su voracidad
bajo la bella noche estrellada.
Estrellada noche en una mirada
que al abrazarla la necesidad
se refugiaba en la oscuridad
que traía la majestuosa riada,
El amor sin fuego no era nada,
era como un rico sin caridad,
cómo una sombra en la claridad,
cómo una oveja descarriada.
Quizá tengo el alma condenada
porque me cargué mucha ingenuidad
que me dio de beber gloria soñada.
Mas toda mata que quedó quemada
me hizo ver una nueva realidad,
realidad que vi de sueños preñada.
José Enrique Oti García.
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