Capricho - La rosa

  Cuando el gorrión de pueblo quería
    volverse balada dentro del pajar
    la mente no se cansaba de volar
      y ni la lluvia lograba apagar
     el fuego que su talle derretía.

     La rosa, acurrucada, mentía
   diciendo que la podía abrazar,
que cualquier cosa podía aguantar
  por que la frialdad era su guía.

   Mentía, la bella se consumía.
  Se consumía la flor de azahar
  cuando en su boca crepuscular
se posó un beso que comprometía.

  Comprometía la tez que ardía,
    y ardiendo se iba a empapar
    la rosa que aprendía a amar 
en la hoguera que no se extinguía.

  La rosa muriéndose desprendía,
un aroma tan sensual que al gozar
   escondía tintes de algarabía.

¿Que era aquello que descubría?
 Era algo que no la dejara hablar.
   ¿Era la gloria o lo parecía?

José Enrique Oti García.







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