Cuento para niños - El abeto Beto
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Hay un bosque mágico en el reino de la imaginación al que os voy a llevar sin más dilación. Este bosque lo atraviesa el rio Pío, en él viven animales muy especiales y entre abetos crece el abeto Beto y sus hijos Jaimito, Albertito, Juanito, Pablito, Fernandito, Benito, Goyito y Paquito.
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En un día como otro cualquiera en este bosque de primera, que lindaba con una pradera, el abeto Beto le dijo a sus descendientes que eran muy absorbentes:-¿Qué es la navidad? -Le pregunto Jaimito en bajito.
-La Navidad siempre fue un tiempo de paz para los cristianos.
-.¿Qué es un cristiano, Beto? -Le preguntó Pablito, que era el abeto más bajito.
-Se que sois muy curiosos, pero si me interrumpís de nuevo dejo el cuento para otro momento.
El silencio dio paso a las palabras del abeto Beto.
-Hace unos años venían aquí a tomarse unos baños un matrimonio y su hijito Pepito, un niño caprichoso, aunque sin maldad, que quiso que yo fuera su árbol de navidad.
-¿Que es la navidad? -preguntó en bajito Jaimito.
Beto se enfadó y así le hablo:
-¡¿Qué te he dicho de la interrupción, preguntón?!
-Perdón, perdón por la intromisión.
Beto carraspeó y luego habló.
-En el fondo viene bien tu interrupción, campeón. La navidad siempre fue una época de paz para los humanos, pero hubo un tiempo que fue terrible para los abetos ya que algunos no llegaban a ver a sus hijos y mucho menos a sus nietos, porque los cortaban y se los llevaban, que es lo que casi le pasó a vuestro abuelo cuando era un jovenzuelo.
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-Soñé que estaba rodeado de pájaros, zorros y ciervos que me querían comer, poco antes de anochecer.
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-No te preocupes que el cuento no te va a asustar, al contrario, te va a gustar. Pues bien, esa familia me asustó al arrancarme de raíz, pero luego me hicieron feliz, al llevarme y plantarme en una gran maceta y cubrirme de luces, de cintas, de nieve artificial, me hicieron sentir muy especial.
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-A ver, soy pequeño papá, pero de tonto no tengo nada de na. El cuento lo intentas dulcificar, pero conmigo no te va a funcionar -le dijo Paquito el hijo más formalito.
Al abeto Beto no le sentó bien el cometario.
-Yo no miento, puede dar fe de ello el pájaro notario, que aunque por aquí no está enseguida vendrá.
Fernandito se imaginó el pájaro notario y a su padre le espetó:
-¡Ala, ala. al final vas a acabar siendo más rápido que una bala.
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-Por llamarme mentiroso no os acabo de contar el cuento, ni ahora ni en ningún momento.
-Nadie te llamó mentiroso porque lo que cuentas es un cuento, lo que te han querido decir es que no es creíble, que más bien es risible -le dijo Albertito el hijo más tranquilito.
-Es que el cuento es una realidad, ocurrió de verdad.
Para los abetitos aquello confesión era una trola más grande que un camión.
-¡Anda ya, papá! -le dijo Bernardito, y sus hermanos se rieron todo lo que quisieron.
-Si este bosque no estuviera protegido algún día podríais sentir lo que yo he sentido.
Se oyó la voz del abeto más viejo del lugar, una voz ronca y muy peculiar.
-Yo he visto arrancar y volver a plantar a Beto, que es mi tataranieto y he visto talar y llevar a miles de mis hijos y de mis nietos y de mis bisnietos, para leña y para varios fines, yo he llorado mucho por ellos, no os reír malandrines.
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-No les hagas caso tatarabuelo solo son unos pequeños pilluelos
-Debía de sentirse afortunada nuestra prole gamberra de no haber nacido en tiempos de miseria y de haber sido elegidos para formar parte de pulmón de la tierra.
Moraleja: Un árbol siente, un árbol llora, sea un abeto, un pino o un roble, no lo dañes, sé una persona noble,
J. E. Oti.

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