Versos que durmieron cuarenta años

Dulces luceros en dulce mirar
endulzó el aliento de cascadas.
Sentimiento dulce en llamaradas
que dejó dulces horas inflamadas
me atrapó en un dulce caminar.

Dulce fruta que quería madurar
bajo el sol de las dulces miradas.
Dulces montañas. Dulces ensenadas.
Dulces praderas. Dulces hondonadas
que dulces besos querían atrapar.

Dulce ángel que aprendió a amar
con sus dulces caderas sentenciadas
a bailar dulce ritmo de baladas
que la dulce noche pudiera tocar.

Dulce despedida al agonizar
en dulces maneras, desesperadas,
cuando dulces fuerzas, ya agotadas
querían el dulce talle abandonar.

Dulce su grácil forma de abrazar
al buscar dulces pasiones guardadas
en lo profundo del dulce delirar.

Dulce fue su bella forma de jugar.
Dulces su frenéticas cabalgadas,
y dulce, dulce, su forma de matar.

José Enrique Oti García.

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