Llegó el grato olor a menta acariciando los labios mojados, por otro labios dulces, delicados, y de dos nubes nació la tormenta. Una tormenta que se volvió violenta. Abrazos y besos desvergonzados dejaron los silencios empapados con una intensidad virulenta. La beldad miraba y no veía nada, porque la vista la había perdido entregando la esencia guardada. Solo fuera un sueño en la madrugada, mas el loco había poseído a su muñequita más deseada. José Enrique Oti García.