Miscelánea de autodidacta

 

 

 

 

En la campiña de mis sentimientos florecía un plomizo malestar, pensé que el triunfo final, el estelar, le pertenecía a quien reta los vientos. Mi alma, presa por los elementos, era como una paloma sin palomar, como una flor marchita de azahar, como vendaval hecho con alientos. Mas no creí escrito mi destino, me encargaría de escribirlo yo quitando los pedruscos  del camino. Y los mirlos al viento me oyeron gritar: ¡Dile que me devuelva el amor que me robó, dile que necesito volver a amar! José Enrique Oti García.